Párabola
La Mochila
https://www.youtube.com/watch?v=D6Y2e4CXg8s
La
vida es una peregrinación, una marcha, pero todos llevamos a
la espalda, la mochila, de lo que somos, tenemos, nuestras virtudes y nuestros defectos.
Delante, sujeto a la cintura, un pequeño bolso donde guardamos lo de más valor. Y nos preocupamos solo del pequeño bolso donde están las cosas que consideramos importantes, no
pensamos que detrás, en la mochila, están nuestras "ropas sucias". Al
que va delante de nosotros, sólo le vemos la mochila y las "ropas
sucias". Pero
el que va detrás de nosotros no ve más que nuestra mochila y nuestras
"ropas sucias".Todos
vamos por la vida cargados con nuestros defectos y nuestros pecados, también
con nuestras virtudes, y con frecuencia los ven más los demás que nosotros
mismos.
Y pocas veces, cuando vemos la "ropa sucia" en la mochila del hermano,
intentamos ayudarle para que la lave; las más de las veces nos quedamos en
juicios y críticas. La Palabra de Dios de hoy nos habla de la
corrección fraterna, principalmente en la comunidad cristiana. Si
vemos los fallos, los pecados del hermano, debemos hacérselo saber para que se
corrija, para que se convierta y viva. Decía
el profeta Ezequiel en la primera lectura que, si viendo al hermano en el
camino del mal, no hacemos nada para que rectifique, se nos pedirá cuentas.
Pero
la corrección siempre debe ser con respeto a la dignidad del pecador. Primero,
hacerlo en secreto, sin que nadie se entere, después, si no te ha escuchado la
primera vez, con algún testigo, finalmente, si no hace caso a nadie, que sea la
comunidad la que le advierta. Si tampoco hace caso a la comunidad, dejadlo, no
quiere saber nada, se ha salido de la comunión, se ha ex-comulgado.
Para
ejercer este servicio de la corrección y el perdón, Cristo ha dado a su Iglesia
el poder de atar y desatar. Y este servicio es tan delicado, que debe ejercerse
en un clima de oración, así se asegura la presencia del Señor. Como
decía San Pablo, sólo desde el amor al prójimo actuaremos como Dios quiere.La Eucaristía , signo de amor y reconciliación,
nos de fuerza necesaria para amar a los demás de tal manera que podamos
ejercer, cuando sea necesario, la corrección fraterna.
Tomado de DOMINGO XXIII DE TIEMPO ORDINARIO, REFLEXIONES
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