martes, 7 de febrero de 2012

Fábula burocrática


Fábula burocrática
Cuentan que un alto funcionario pùblico, tuvo una crisis cardíaca por culpa del “stress” de la oficina. Razón por la cual le dieron reposo por prescripción médica. Decidió irse una temporada al campo para recuperar fuerzas y así relajarse un poco. Después de pasarse una semana sin hacer nada, el funcionario ya estaba harto de la vida bucólica y pastoril, porque se aburría demasíado. Decidió hablar con el granjero que lo hospedaba, para solicitarle alguna tarea sencillita para pasar el rato haciendo algo de ejercicio.
El granjero conocedor de la idiosincrasia de la gente de la ciudad y temiendo algún estropicio irreparable, resolvió asignarle una simple tarea, en la que no pudiera causar daño.
Tome esta pala –dijo el granjero-. Sólo tiene que recoger el estiércol que hay en el chiquero de los cochinos y repartirlo por el conuco para abonarlo. Cuando termine venga a verme.
El granjero era propietario de más de trescientos cochinos y el estiércol se acumulaba hasta la altura de la rodilla, por lo que pensó que la tarea le tardaría al menos tres días. 
Cuál no sería su sorpresa que a las tres horas llegó el funcionario, lleno de estiércol hasta las orejas y sonriente le dijo: 
“Ya terminé, ¿tiene algo más?”.
Entonces el granjero lo mandó a matar una gallina, recolectar verduras, cortar leña, montar un fogón, y preparar un sancocho. Supuso que por su inexperiencia al funcionario, le tomaría bien entrada la noche. Pero se equivocó nuevamente, apenas había transcurrido una hora, cuando se presentó con las ropas ahumadas diciéndole que ya había terminado.
El granjero no salía de su asombro, incluso él mismo acostumbrado a la dura lucha del campo, no lo hubiera hecho mejor. 
Por eso se rascó la cabeza pensativo y llevó al funcionario junto a un gran montón de naranjas y le dijo: Lo que corresponde ahora es, separar las naranjas “maduras”a la derecha y  las “pintonas” a la izquierda. El granjero pensó que en menos de media hora vería nuevamente al funcionario. Pero no fue así. Llegó la medianoche y el sujeto no aparecía. Creyendo que algo le había pasado, el asustado granjero, fue donde había dejado al hombre y lo encontró sentado delante de un montón de naranjas sin que hubiera separado ninguna.
  ¿Le pasa algo? –preguntó extrañado-
El funcionario se volvió con una naranja en la mano y le contestó:
Miré ud., repartir estiércol y montar guisos es algo que puedo hacer muy bien. Pero… ¡¡esto de tomar decisiones decisiones, no es para mi!!. 

Tomado del Carabobeño 
Año 1.984
Periodista Arnaldo Rojas

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